Hay una historia de esas que no son ni falsas ni ciertas, que dice que mí tío abuelo le jugaba siempre a la quiniela al 56 a la cabeza. Y yo dos por tres veo gente que se cae en frente mío, le digo a quien me habla "jugale a la caída, vi tres personas en frente mío que se cayeron". Todos me dicen lo mismo "tené cuidado", como si caer siempre implicara un dolor, una herida.
Caer también puede ser liberador. Cuando caigo desde una altura considerable siento una libertad muy fuerte, debe tener que ver con la adrenalina y esas cosas que todo lo explican, o tal vez con un estado de la mente, con la liberación, no sé.
Caer puede ser duro pero también te puede soltar de muchas cosas. En frente mío la gente se cae todo el tiempo, y cuando pasa, pasa en cadena. Dos o tres seguidos, en menos de diez minutos. Tal vez hay días en que soy un imán, y todo cae frente a mí para soltarse. Me gusta pensar que es así, que voy soltando, que las cosas caen y dejan su peso sobre el suelo, que lo que tiene que quedar se queda ahí, y lo que tiene que seguir se levanta de nuevo.