De momento creo que podría comenzar una colección de fragilidades... enumerar todo aquello que me hiere y me destruye. Lo que alegra está relegado, aplacado por el furor de los recuerdos asfixiantes, agridulces, dulce amargos...
El cuerpo reposa, suspendido, en un impasse que debería concluir, pero me aterra que termine. Me aterra el después, las horas sin sentido, el caminar sin brújula, sin norte, sin sur, sin suelo... Que se pase la vida, y yo, como una caja de fósforos húmeda no logre encender una llamita amarillenta en medio de esta tormenta perfecta.