Hay algo de lo que quiero escapar, y no sé que es. Tal vez sea de esa sensación de estancamiento, de esa certeza de que algo está sucediendo pero yo no puedo moverme. Elegir implica siempre dejar algo atrás, tomar un camino, ignorar otro. Todo el tiempo estoy en movimiento; aún en la quietud mí corazón late, y mis pensamientos me acunan como si flotara sobre un río negro dentro de mí mente.
A veces prefiero hundirme, ir hacia abajo, hacia el silencio, como si me derritiera desde el pecho, como si se apagaran todas las luces del mundo. Estoy sola. Prefiero estar sola e ignorar todo lo que me da lo mismo. Me quedo sola. Permanecer también es una decisión. Me quedo conmigo, en realidad nunca estoy sola. Hay algo de lo que quiero escapar; tal vez quiera recobrar la esperanza en las personas.
El mundo puede ser un lugar horrible. No me hace falta hablar de lo hermoso, y de todo eso que se puede ver en las redes sociales; me hace falta hablar del vacío de la muerte, de la incertidumbre del futuro, del dolor del abandono, de las cosas que no entiendo, del sufrimiento de la gente, de la soledad que algunos tienen para quedarse donde no deben en vez de elegirse a sí mismos, en vez de buscar la fuerza; la fortaleza está en uno mismo, el refugio siempre es uno mismo.
A veces prefiero hundirme, anclar la mente en el cuerpo, acostarme en el suelo y derretirme, quedarme muy quieta ahí donde el tiempo se detiene, donde no hay sonidos, donde estoy sola y a salvo, donde todo es perpetuo porque solo existe el presente.