13 marzo 2016

Resiliencia

Apagué la luz del pasillo y cerré las ventanas, en mi barrio hace mucho que no llueve. 

Pasé dos meses a campo abierto buscando constelaciones en la noche negra, pero no encontré nada más que algún destello. Abro los ojos pero siguen cerrados, prefiero cerrarlos si la noche no es clara; ya paré de viajar a esa velocidad en la que las luces se vuelven líneas fosforescentes, ahora mi corazón es más pesado y ya enterré mi ataúd a la sombra de un árbol. 

Desde lejos ya no se ve mi ventana iluminada, se pierde como todo en la negrura... 
Estoy quieta, respirando, conozco el color de la oscuridad.

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