Talia piensa:
'quizá haya sueños que mejor ni soñarlos'... suspira y camina por El Tigre mirando la enorme rueda de la fortuna. Rueda de la fortuna -repite- rueda... fortuna...
Talia piensa que a pesar de su movimiento constante, la rueda nunca cambia, siempre es igual. Gira y gira sobre si misma como recorriendo un eterno círculo vicioso una y otra, y otra vez.
Talia se entristece. Sabe que ha amado y que no sabe dejar de amar. Entiende que es como la rueda, siempre girando, mirando las cosas de un lado, del otro, desde arriba, desde abajo, pero manteniéndose siempre igual.
Talia piensa:
'siempre he sido igual', pensamiento que le aterra y le encanta. Permanecer inalterable a lo largo de los años es una cualidad gratificante, que te da la seguridad de saber lo que sos sin importar lo que pase. A la vez, habitar dentro de un orden tan intacto desespera.
Talia se pregunta cómo cambiar esas cosas que no le gustan de si misma si no sabe cambiar... mira la rueda de la fortuna y suspira.
Talia entiende finalmente que todo en la vida es así, aparentemente estable, pero secretamente cambiante. La rueda está ahí todo el tiempo, girando, pero a su alrededor el mundo muta constantemente. Así ella, siempre ha sido igual en el interior,
en esencia, pero ha cambiado y se ha convertido en una mejor persona.