Preparé la tetera y dos tazas, encendí un cigarrillo y puse un disco a sonar en el living. Puntual como de costumbre llegó Matías y se sacó los zapatos. No le gustaba mucho el té y yo lo sabía bien... pero era la circunstancia, esa comunión secreta que compartíamos, la que lo hacía sentarse a mi mesa cada domingo y empinarse una tacita de té de jazmín tras otra; y a veces, incluso, pedirme que pusiera otra tetera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario