Azúcares
Azúcar de llovizna y nubes que siempre parecen suaves. Tardes sin lograr unir vocales y consonantes, nombres completos, dobles apellidos y caras asimétricas.
Vagones de trenes colmados de almas sin gentes, o de ojos cerrados mirando por las ventanas.
Escombros, un hormiguero rebosante de puntos negros que se entrecruzan, a la hora de sentir el viento en la piel tan sólo un segundo.
Después la nada, el supuesto todo, la repetición del anhelo, más y más, te enseñaron que nunca menos; la boca seca, la tierra seca, el sueño seco, la sal siempre húmeda.
Ventanas abiertas de luz, hojas de libros que se pierden en el desorden, y brillantina de azúcar en las manos.
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