Un conjuro que ata y desata
las sogas que amarran
el barco de mi mente.
Por momentos
resta sólo el mar
y en la lejanía
la sal de los océanos.
Como una potencia que crece,
como todo lo invisible
que habita silencioso
en los límites del mundo
con otro mundos,
como las palabras en los sueños
dichas pero no dichas.
Devengo en barca
circundo lo extraordinario
advierto la fluorescencia de los peces,
el peso de las plegarias,
que me dejan ir o me sostienen
sobre la madera de un muelle.
El calor de la arena
como esa imagen que rechaza el vacío
como una fuerza que sobrevive,
existe, persiste.
bajo un cielo cambiante
ahuyentar todos los males,
llevando la piel como barco.