Nunca había bajado
en esa estación del subte,
de la más linda de todas
las líneas imaginarias
que dividen el mundo.
No me había puesto a pensar
cuántas cosas quedan atrás
en una fracción de tiempo.
Porque en ese instante que separa
lo que es
de lo que nunca sucederá;
como un silencio
entre dos notas de una orquesta,
yo me quiebro y trato
de reconstruirme
como si estuviera mal
yacer en pedazos
en el suelo de la línea E
Bolívar- Plaza de los Virreyes
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