28 septiembre 2011

Pequeño Infierno


No he dormido en tres días y las noches se me han vuelto largas, tan largas... he aprendido a distinguir cada sonido; el crujido de la ventana con el viento, los autos circulando apurados, el disco de jazz del vecino de arriba, el agua de la ducha del vecino de abajo. Me pregunto por qué todo me quita el sueño, por qué nunca consigo despegarme de los problemas cotidianos, dejarlos a un costado y dormir sin preocupaciones. Muchos dicen que me tomo la vida demasiado en serio, otros que soy dramática o que me deprimo fácilmente; pero yo le echo la culpa al corazón, que no deja de sentir. A estas horas de la noche, con los ojos aún abiertos, me siento como de otra especie; una especie que no duerme por sentir. Siento que soy una bolita pequeña, apretujada, con un enorme corazón dentro que late y late, y su latido hace vibrar al universo. Y es como si los viera, a través de las oscuras ventanas silenciosas de la madrugada; cuerpecitos durmiendo tranquilos, quietecitos en sus camas soñando. Y yo ahí, del otro lado de la noche, habitando el insomnio; sin ojos que cerrar, sin cuerpo que dejar caer sobre las sábanas, esperando... latiendo y latiendo.

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